Dalí admiraba a Vermeer.
El ya fallecido Vermeer,
al que le toca ser ya fantasma
en cuadros y poemas.
Y este cuadro,
de Dalí para Vermeer,
simboliza lo que hubiera podido ser,
y no pudo, por culpa
de ese horror llamado tiempo,
y su amigo la muerte.
Pero a Dalí eso no le preocupa,
por lo que honra al que pudo haber sido
-y no fue por el tiempo-
a un amigo en su lienzo.
Pinta a Vermeer dudando,
como él sabía que hacía siempre,
para poder luego dar la mejor respuesta.
Cuando el fantasma va a un cruce
de caminos o de vidas,
-como prefieras llamarlo-,
para, y reflexiona, y por qué no,
estira su pierna para poder lograr
posar allí una copa y una botella de vino,
para brindar mientras por su amigo,
porque hay algo que les une:
la pasión por el arte.
Se apoya en su muleta el viejo pintor
para así decidir,
¿derecha o izquierda?
Si nos basamos en religiones,
la derecha es dios,
la izquierda el diablo.
Observando hacia dónde señala
la cabeza del fantasma,
ya tenemos la respuesta de dónde esperará
a su amigo Dalí.
Este texto pertenece a Rose. Podéis encontrar más sobre ella en su blog Vuela y en su cuenta de Instagram.
El reto consistía en que yo elegía un cuadro y ella tenía que hacer un comentario sobre éste en clave poética. Precioso, ¿verdad?
No hay comentarios
Publicar un comentario