domingo, 10 de enero de 2016

El adiós definitivo

"Yo no sé quién fue mi abuelo; me importa mucho más saber qué será su nieto"
  - Abraham Lincoln

Hoy he tenido un cambio muy importante en mi vida: me he despedido de una persona que durante cuatro años y medio lo ha sido todo para mí. Ya habíamos roto relaciones, pero hoy se ha dado el adiós definitivo. Por si lo lees, te repito lo que te he dicho: gracias por todo.
A mi buen estado actual acabo de añadirle tranquilidad, libertad (que ya había olvidado lo que era ser libre) y felicidad. Una felicidad intensa, conseguida por dos motivos: el primero, por el hecho de haber tenido el valor de afrontar una decisión tan importante como ésta (el qué). El segundo, y no menos importante, por haberla afrontado de acuerdo con los principios éticos que trato de representar y con la elegancia que intento que me caracterice (el cómo). Y es que para maximizar la satisfacción provocada por aquello que conseguimos no sólo hemos de conseguirlo, sino que hemos de conseguirlo siguiendo unas determinadas pautas que nos marcamos internamente.
Vamos a explicar esto con un ejemplo: supongamos que un atleta consigue ganar una maratón después de haberse inyectado EPO. Por una parte puede estar contento; ha conseguido ganarla. Pero siempre le quedará la duda de qué hubiese pasado si no hubiese consumido esa sustancia: ¿sería capaz de haber ganado igual? Por tanto, su felicidad ya no podría ser máxima, dado que sabe que ha infringido las reglas y ha ganado gracias a ello. Y eso sin tener en cuenta que igual, por culpa de esa sustancia dopante, ha evitado que otra persona que se había preparado más a conciencia y de manera más limpia ganase la carrera. Menos mal que existen los controles antidopping...
Siguiendo mis principios, había preparado el escenario de la siguiente manera: quedábamos para tomar un café (que pensaba pagarlo yo, ya que era mi proposición), conversábamos sobre cómo nos estaba yendo la vida, y, ya en la despedida, le agradecía todo lo que había hecho por mí durante esta etapa pasada. Desafortunadamente, ella no ha querido verme, aunque eso no ha evitado que pudiese despedirme dándole las gracias por todo este tiempo y deseándole la mejor de las suertes en el futuro. Podría haber dejado que pasase el tiempo sin haber dicho absolutamente nada (total, ya no hablábamos), pero algo tan importante no merecía un final así.

Mi madre siempre me dijo desde pequeñito que, para hacer algo de mala manera, que no lo hiciera. Parece que me voy haciendo mayor...

No hay comentarios

Publicar un comentario

© De tanto beber de tus lagunas de memoria
Maira Gall